Otoño

Sin darnos cuenta nos hemos metido en el otoño. Los días son más cortos, hay menos luz, el viento es más frío y el ambiente veraniego ha desparecido. Es todo más triste. 

Cada vez me gusta menos esta estación. Viene después de la mejor época del año, de las vacaciones, del buen tiempo, en fin de todo lo bueno. Hay gente a la que le gusta el otoño. No lo entiendo pero, bueno, hay gente para todo. 

Es el momento de comenzar el curso. Como nos marcan la vida nuestras primera etapas, el colegio y la universidad. A los que hemos tenido la suerte de estudiar. Decimos curso aunque nos refiramos a lo laboral. Es lo que tiene el otoño: juntamos tristeza con propósitos optimistas. Contraste. 

Lo que toca es sobreponerse, sin duda, pero no es fácil. Según pasan los otoños se va perdiendo la ilusión en que las cosas se arreglen, en que los propósitos que hacemos se cumplan. La experiencia nos va haciendo negativos. Es triste, lo sé, pero creo que es así. Vuelvo a decir que hay que superarse para combatir estas tendencias. Y vuelvo a insistir en que no es fácil.

Bueno, estamos en el otoño. Aprovechemos lo que podamos de él. Y si no, cuando llegue el invierno estaremos casi en los albores del nuevo año y nos dedicaremos a los buenos deseos. La vida es un perpetuo reinicio. ¿O no?

Cosas raras

Hoy me apetece comentar 2 sucesos que me «descolocan». El primero es la desaparición del avión malayo. Pasa el tiempo y no aparece. Además ya no es noticia. No me cabe en la cabeza que algún ser querido viajara en ese avión. Pero hay gente a la que le ha cocurrido. Primera rareza.

El segundo suceso es el asesinato de León. Que una madre y una hija lleguen a maquinar un asesinato de estas características es, para mi, absolutamente impensable. Una maldad semejante me la explico en una persona. Pero, ¿en dos?. ¿Y familia?. Segunda rareza.

No me digan que no pasan cosas raras. Y malas. Y como dejan de ser noticia rápidamente.

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